Tenía una vida casi perfecta, seguramente envidiada por muchos. Una tarde, todo cambió. Su mundo se puso del revés. Perdió a una de las dos personas que más amaba en este mundo. El trípode en el que él vivía se quedó sin una de sus patas. Sintió que se moría por dentro, pero encontró la solución. Se entregó a la otra persona, en cuerpo y alma, manteniendo así el equilibrio. Dejó de existir como individuo, pero mantuvo viva su familia. Tuvo éxito, pero un día despertó, ni su trabajo como inspector de Policía ni su monótona vida le llenaba, sintió la cercanía de la soledad, de un inmenso vacío. Dicen que siempre hay una luz al final del túnel. La divisó, aunque nunca se imaginó lo que tendría que pagar por llegar a ella, para sentirla, tocarla, vivirla? quizás. Todo tiene un precio.
