Cinco excelentes narraciones de Oscar Wilde.
Oscar Wilde nació en Dublín en 1854. Estudió en el Trinity College de su ciudad y, más tarde, en Oxford, donde destacó en el estudio de los clásicos y como poeta. Fue allí donde recogió la influencia de los estetas Walter Pater y John Ruskin. Su peculiar indumentaria y su carácter excéntrico le convirtieron en fuente de sátiras y bromas, pero su ingenio y su talento le hicieron ganar numerosos admiradores. Tras un primer libro de poemas y una obra teatral, Vera o los nihilistas (1882), que se estrenó en Nueva York durante uno de sus viajes como conferenciante, el autor se instaló en Londres. En 1884 se casó con Constance Lloyd, una mujer irlandesa adinerada, con la que tuvo dos hijos. Desde entonces se dedicó por completo a la literatura. En 1895, en la cima de su carrera tras el estreno en 1890 de su polémica obra de teatro El retrato de Dorian Gray, que se publicaría como novela un año después, y las comedias Una mujer sin importancia (1893), Un marido ideal (1895) y La importancia de llamarse Ernesto (1895), Wilde se convirtió en el blanco de las iras de la convencional sociedad victoriana, acusado de sodomía por el padre de lord Alfred Douglas. Tras ser encontrado culpable, fue encarcelado en Reading y condenado a trabajos forzados durante dos años. La prisión lo arruinó material y espiritualmente, y al salir de ella se instaló en París, donde murió en 1900. Además de sus obras ya citadas, Wilde publicó tres colecciones de cuentos escritas para sus hijos, El príncipe feliz (1888), El crimen de lord Arthur Savile (1891) y La casa de las granadas (1892), un poderoso poema escrito en la cárcel, La balada de la cárcel de Reading (1898) y una extensa carta de arrepentimiento, De profundis (1895), publicada tras su muerte. Maestro también en la crítica y el ensayo, sus obras mantienen una vigencia universal.
Los relatos reunidos en este libro revelan el genio de Oscar Wilde: la perfección formal, la superación de los géneros victorianos y la sangrante mordacidad que subyace tras todo lo que tocó la mano de este irlandés universal. Por una parte, «El crimen de lord Arthur Savile» y «El fantasma de Canterville» beben de la ficción de crimen y terror, y la perfeccionan. Por otra, «El príncipe feliz», «El ruiseñor y la rosa» y «El gigante egoísta» son cuentos de hadas pasados por el peculiar filtro de Wilde, en sorprendente equilibrio entre lo melancólico y lo irónico.
