«Al escribir estas páginas he pensado primordialmente en la gran multitud de hombres que se enfrentan a diario con toda clase de conflictos, y querría compartir con ellos mi experiencia y mi búsqueda. En el curso de mi vida he recibido tanto de esos hombres, que me gustaría darles yo algo en compensación [...]. También he pensado de modo especial en los hombres que se han comprometido al servicio de la humanidad para que "esto cambie", para que haya más justicia y más fraternidad. Los he encontrado por todas partes, cristianos o no, creyentes o incrédulos. Pienso, sobre todo, en los militantes obreros de mi país, Francia. Son los que mejor conozco [...] Finalmente, he pensado también en los cristianos que en su actividad al servicio de los hombres han encontrado a Dios y se afanan por darlo a conocer, sobre todo, mediante el testimonio de su vida. Los he conocido por doquiera: en la clase obrera, en el mundo rural, en los medios independientes. Pensando, sobre todo, en ellos es por lo que he escrito la tercera parte de este libro. Mucho me han enseñado sobre Cristo y sobre su obra en el mundo. Me gustaría compartir con ellos mi fe» (A. Ancel, Prólogo, p.3).
