Una familia que se desintegra. Una burguesía que naufraga en una vieja casa de campo, ahogada en su propia frivolidad, borracha en su vacío cíclico de aperitivos, petit bouchés y pisco sour. Secretos guardados por años, silencios que encubren más silencios, la antigua y chilena costumbre de guardar el polvo bajo la alfombra. ¿Pero es posible acumular la mugre para siempre? Isidora Stevenson, pieza clave del teatro chileno contemporáneo, con maestría y ferocidad, urde una trama que pareciera decir que no, que todo secreto termina por explotar de alguna forma y que las esquirlas de esa explosión no pueden esconderse en ninguna parte. Nona Fernández S. Campo es un drama burgués perfecto. Un entramado de salidas y entradas, silencios y omisiones que funcionan como engranajes de una maquinaria de evasión burguesa. (?) A través de personajes finamente configurados, reconocibles pero no obvios, vemos una clase en decadencia, una decadencia no sólo económica, sino de sentido. Nadie es útil en esa casa, salvo el nanerío. Nadie escucha en esa casa de veraneo. Es Chéjov trasladado al campo chileno, donde la abulia existencial se combate con pisco sour para hacerla más chilenamente soportable y las cochinadas secretas largamente pospuestas se revelan de un zuácate. Luis Barrales G.
